lunes, 10 de agosto de 2009

El viaje

Las ventanas están claustrofóbicamente selladas. La mía no lo está, y una hermosa línea de polvo se filtra insidiosamente en mi espacio, me mancha el rostro, se mete en mi nariz. Saboreo el polvo en mi lengua. Sin cortinas, el sol me quema deliciosamente la piel. Acelera el bus como si se tratara del infierno (yo también te leí, Asturias). Es una masa amarilla silenciosa que alumbra la nube de polvo (cuadrado amarillo) que se esconde detrás de los árboles (cuadrado negro).

El campo está desolado, como siempre. El chorro amarillo trocó en horrores místicos alumbrando mi noche (yo jugué a eso con vos, al Zaratustra y los relámpagos). ¿A quién debo agradecer por la lluvia que araña mi ventana?

Por primera vez pude dormir al viajar. Quizá porque hoy en la estación las sonrisas, las despedidas, no eran para mí. Porque hoy viajo solo, acompañado por una niña que me mira perpleja con su pequeño rostro sucio de polvo y fresas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Somos argonautas. Buscamos respuestas, caminos, salidas. Vale la pena el viaje.