miércoles, 24 de febrero de 2010

Diálogo de madrugada

Hola. Sí, ahora será así. -¿La Alianza? -No adelantes conclusiones, no tengo padre, ¿recuerdas? Yo también he leído ese libro. Lo tomé de su librera, de esa que jamás pude leer completa, aun a pesar de que tuve más de tres años para hacerlo. El libro lo leí con avidez, torpemente, y obvié lo importante. Es una farsa trabajada decir que los he atalayado. Los envidio profundamente, con terror. -Pero ese día. -Me gustaba que el viento me revolviera el cabello. Era imaginarme el itinerario judío de la compra del domingo por la mañana, dejar a una mujer de piel translúcida en la cama. -¿Eres fascista? -No lo sé bien... -La mujer que el judío dejaba en su cama era mitad española, aunque ya no hablaba el castellano, lo había olvidado. -Eso ya lo sé. No era eso. Nada de eso importa. Ni Molly ni las aceitunas ni el estúpido judío. Quiero recordar lo necesario. -Comienza. -Noo, no quiero comenzar, empezar a contar, decirte que ese plato lleva su nombre por el pintor Carpaccio. Los pies empapados y las sábanas están horriblemente frías. -Me has dicho ya que era un olor compacto, por decirlo de alguna manera. -Era el olor de la madera, entiendes, un olor parecido al abeto y un aire helado a limpieza, una manera de colocar el vaso de agua como solo ocurre en los hoteles de primera clase. La conciencia segura en que el desayuno te espera, sin falta, por la mañana.-¿Eso ocurrió la noche del hospital? -Me desperté con un dolor de cabeza punzante. Jugué con la luz y las pastillas en la mesa de noche. Me zampé dos y me leí más de trescientas páginas. Pero ya nada de eso está aquí. -¿Te gustan las certezas? -No. Es como aprender un idioma. No voy a repetir algún verso sabido de memoria. -Hay lagunas. -No leo más ese libro. -Pero ¿qué comiste hoy? -Carpaccio y cerveza oscura, y eso no es un verso, es la verdad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí tienes padre. Pero las circunstancias de cada cual son diferentes.

Anónimo dijo...

La ira y la calma

Esto no requiere, mi furibundo hijo, de grandes explicaciones. Tú bien conoces la ira que causa la ausencia de un padre. Cólera, furia, rabia, irritación, enojo, furor, enfado… todo eso quisiera trocar por serenidad y calma para ti y para mí.

Tu padre, que te ama

(Cartas a un hijo ausente [49])