viernes, 5 de junio de 2009

Artículos perdidos

La gente que se agolpa en un restaurante, en la cola del banco, en el autobús, debajo del umbral de una casa podrida por las hojas y los gusanos. El extraño de Averroes escribió sobre la obicuidad. Edad Media. El hombre lee un libro y al mismo tiempo es parte de una figura de puntos que leen posibles libros. Las hojas amarillas que caen al mismo tiempo, etc. Estante Cinco, Trotta, Rojo.

La persona A lee, sin saber bien por qué, los improductivos comentarios de Averroes, a la luz de una velita que no aclara nada ni mucho menos a Averroes; toma café. Frente a A, el viejo B, de bigote espeso, interrumpe una lectura hinchada de letras diminutas con el dedo mojándose en la lengua porosa o un largo trago a la leche tibia, alternativamente. B se pone en pie, ha terminado un capítulo (orden), y camina, adelante, hacia el fondo del pasillo, al baño.

Horas antes, la joven C se despierta sobresaltada. Se siente la piel pálida y el sudor corriéndole por la frente. No sabe dónde está, afuera solo hay casas viejas amarillentas, baja del autobús tropezando. Taller de mécanica. Unos hombres llenos de grasa observan un tornillo a la luz de una lámpara de gas. Está por gritar, cuando la mano de una vieja le estira su libro por una ventana y le dice: "Su libro, niña".

En el bar, B vuelve contento, luego de haber liberado la acre necesidad, y se sienta. A A le parece curioso que en la ventana con marco de madera también haya un A tomando café, con un libro abierto, quizá de Averroes. B, cómplice, sonríe su sonrisa. Al viejo le llevaron otra leche tibia. Leche espumosa. Afrodita.

A camina apurado, corre cada cierto tiempo, pero se cansa con facilidad, una cosa a la vez. Ha olvidado su libro sobre una maceta. Es un libro delgado, morado, de letras pequeñas. Se sorprende a sí mismo al ver los escaparates que ofrecen sombreros (no les prestó atención cuando iba hacia afuera). Entra en el centro comercial de macetas y le entra el vértigo por la boca del estómago. Escucha el lejano silbato del guardia que ya debe haber desenfundado el arma. Sus uñas raspan la maceta fría. Su libro aún estaba ahí. Sale a una calle de luces y árboles, por la puerta de atrás. Adelante, C voltea la vista a cada momento. A solo quiere llegar a casa. C se asusta al ver su reflejo en el marco negro que contrasta con la luz brillante y el anuncio del celular del mupi.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen texto!! me gusta cómo quedó.