jueves, 7 de febrero de 2008

Lucifer Sam

Las nubes se agazaparon y cerraron el firmamento. El ambiente parecía una de Orwell (mi gato duda en el umbral de la puerta) y yo bebía anonadado la topografía moral de Dante.
El té ya no alcanza, son más de doce tazas y me siento flotar en un océano de Lipton con una de azúcar, me aferro a los paralelepípedos de glucosa para no hundirme entre la voz de Barrett y los endecasílabos del florentino.

Ese gato tiene algo que no puedo explicar. Certeza epistemológica barrettiana.

Hay una atmósfera de fin de mundo que llena la habitación y ya empiezo a sentir cómo las nubes se cierran y el aire, oh maravilla, no se enrarece; el aire es puro, frío elemental.
En el umbral de la puerta, Clío observa el cielo color pizarra, reflejo de sus iris -afuera las hojas de los árboles oscilan-, entrecierra sus ojos, el aire helado mueve sus bigotes: mi gato también tiene algo que no puedo explicar.

6 comentarios:

Rex Mamey dijo...

Es lo mismo que sintió Beigbeder cuando desde el Ciel de Paris escribió Windows On The World. Me gusta tu estilo.

Un saludo!

diego dijo...

Pero sin los talibanes y los cuchillos de Bush. d.

Anónimo dijo...

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Mosaico dijo...

Dante, té y el gato, buenas compañías.

Oswaldo J. Hernández dijo...

Es fácil descifrar a lo gatos. Una disposición Schrödingeriana, si se quiere, su aptitud, dual actitud, probabilidad incluso de intención. La posibilidad completa de su discurso.

En todo caso apestan.
Es lo probable.

Saludos.

Petoulqui dijo...

Interesante imagen.