jueves, 24 de abril de 2008

la bestia rosa


En un insoportable domingo estival, como en Le bateau ivre de Rimbaud, mientras el sol poniente pintaba largos coágulos violeta al atardecer, Francisco Umbral se sentó a escribir un diario indiscreto sobre su vida con Rimbaud. ¡No el poeta, ese endemoniado genio decimonónico francés, quien, a los diecinueve años, ya lo había escrito todo y se largó a Abisinia! El Rimbaud de Umbral es una niña deliberadamente putona, a quien conoció en Madrid, callejas repletas de gatos gris azulados, azulinos, decía Quevedo (véase gato gris azulado en Goya, menos loco, más cerca de la claridad, Goya, el príncipe de la oscuridad, Goya, pintor de caja bermejo sangre).

Umbral, periodista y escritor, Umbral, hijo de todas las buhardillas de Madrid, Umbral, el genio de la prosa española, Umbral, lúcido devoto, no solo del genio precoz, sino del rostro de tierna mujer del poeta. Rimbaud/niña, como Rimbaud/poeta, a sus escasos años, ya lo ha hecho todo. Erudita del sexo y de la embriaguez, Lolita umbraliana. Dice Verlaine: “un ángel en el exilio”. ¿A quién no ha suscitado fantasías eróticas esa mujer-niña, esa mujer-bruja, esa niña-sabia, ese enigma al fin, que bien podría llamarse Rimbaud?

La bestia rosa es, pues, la historia de Paco y Rimbaud, el viejo sabio y cachondo y la niña de sus sueños, ese ángel que vive en una habitación donde Alicia, Virginia Woolf y Cocteau se meten en los armarios a jugar cartas, y el tiranosaurio, devota mascota de Rimbaud, mira por la ventana el alba como miles de servilletas que se levantan en el aire.
Jugband Blues se sirve de la habitación, y Umbral y Rimbaud hacen el amor, una y otra vez, hasta incendiar el mundo. La Bestia Rosa no es la niña –ni tampoco el poeta: son “los dos, reunidos en la cópula, un monstruo de dos espaldas”. Un mundo imaginario poseedor de un lenguaje desaforado, donde las palabras buscan liberarse de la mojigatería ancestral, donde se explora el cuerpo ajeno, ese lugar tan distante, Umbral, el ápice del surrealismo, la lengua umbralaria.
Paco navega en un barco de sexo, embriaguez, la literatura rimbaudiana.

¿Dónde estás, pequeño Goya? ¿Bajo qué cielo rojizo purgas tus rabietas? Rimbaud, Umbral, la elegancia.

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