Las nubes se agazaparon y cerraron el firmamento. El ambiente parecía una de Orwell (mi gato duda en el umbral de la puerta) y yo bebía anonadado la topografía moral de Dante.
El té ya no alcanza, son más de doce tazas y me siento flotar en un océano de Lipton con una de azúcar, me aferro a los paralelepípedos de glucosa para no hundirme entre la voz de Barrett y los endecasílabos del florentino.
Ese gato tiene algo que no puedo explicar. Certeza epistemológica barrettiana.
Hay una atmósfera de fin de mundo que llena la habitación y ya empiezo a sentir cómo las nubes se cierran y el aire, oh maravilla, no se enrarece; el aire es puro, frío elemental.
En el umbral de la puerta, Clío observa el cielo color pizarra, reflejo de sus iris -afuera las hojas de los árboles oscilan-, entrecierra sus ojos, el aire helado mueve sus bigotes: mi gato también tiene algo que no puedo explicar.
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6 comentarios:
Es lo mismo que sintió Beigbeder cuando desde el Ciel de Paris escribió Windows On The World. Me gusta tu estilo.
Un saludo!
Pero sin los talibanes y los cuchillos de Bush. d.
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Dante, té y el gato, buenas compañías.
Es fácil descifrar a lo gatos. Una disposición Schrödingeriana, si se quiere, su aptitud, dual actitud, probabilidad incluso de intención. La posibilidad completa de su discurso.
En todo caso apestan.
Es lo probable.
Saludos.
Interesante imagen.
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